Integración y
especialización de los órganos
Hasta ahora hemos estudiado las
principales vías metabólicas del metabolismo energético. Ahora nos encontramos
en la posición de considerar cómo los organismos, en particular los mamíferos,
orquestan la sinfonía metabólica para cubrir sus necesidades energéticas.
Cerebro
El cerebro humano constituye solo
un aproximadamente 2% de la masa del cuerpo adulto, pero es responsable del 20%
de su consumo basal de O2. Además este consumo es independiente del
estado de la actividad mental y varia poco con el sueño. La mayor parte de la
producción energética del cerebro sirve para impulsar la Na+-K+-ATPasa
de la membrana plasmática, la cual mantiene el potencial de membrana requerido
para la transmisión del impulso nervioso.
En condiciones normales la glucosa
es el único combustible utilizado por el cerebro, aunque en ayuno prolongado
gradualmente se empiezan a utilizar también los cuerpos cetónicos. En efecto
dado que las células cerebrales almacenan muy poco glucógeno, requieren un
suministro constante de glucosa desde la sangre. Una concentración sanguínea de
glucosa de menos de la mitad del calor normal de ≈ 5 mM causa una disfunción cerebral. Niveles muy inferiores a éste producen
coma, daño irreversible y finalmente la muerte.
Músculo
Los principales combustibles del
músculo son la glucosa, a partir del glucógeno, los ácidos grasos y los cuerpos
cetónicos. El músculo bien alimentado en estado de reposo, a diferencia del
cerebro, sintetiza un almacén de glucógeno que comprende entre el 1 y 2% de su
masa. Este glucógeno sirve al músculo como un depósito de combustible
fácilmente disponible, ya que puede convertirse rápidamente a Glucosa 6 fosfato
para su entrada en la glucólisis. Cabe destacar que el musculo no puede
exportar glucosa ya que carece de glucosa-6-fosfatasa. Aun así este órgano
sirve como almacén de energía ya que durante el estado de ayuno sus proteínas
son degradadas a aminoácidos, muchos de los cuales son convertidos a piruvato
que es precursor de la glucosa.
El músculo no tiene receptores
para el glucagón que tienen la función de incrementar los niveles de glucosa
sanguínea. No obstante, el musculo posee receptores de adrenalina, los cuales,
por mediación del AMPc, controlan el sistema de cascada de
fosforilación/desfosforilación que regula la degradación y la síntesis del
glucógeno.
El incremento en
AMPc hepático estimula la degradación del glucógeno y la gluconeogénesis, lo
que resulta en la exportación de glucosa, un incremento en AMPc muscular activa
la degradación del glucógeno y la glucolisis, lo que resulta en el consumo de
glucosa. Por consiguiente, la adrenalina, que prepara el organismo para la
acción (lucha o huida), actúa independientemente del glucagón que, en concierto
con la insulina, regula el nivel general de glucosa en sangre.
Tejido adiposo
El tejido adiposo esta ampliamente
distribuido en el organismo, aunque se presenta en mayor abundancia bajo la
piel, en la cavidad abdominal, en el músculo esquelético, alrededor de los
vasos sanguíneos y en las glándulas mamarias. El tejido adiposo no es únicamente
un depósito pasivo de almacenaje. De hecho, después del hígado, es el tejido
más importante en el mantenimiento de la homeóstasis metabólica.
Este órgano obtiene la mayor parte
de sus ácidos grasos partir del hígado o
de la dieta. Los ácidos grasos son activados mediante la formación del
correspondiente acil graso-CoA y, a continuación, son esterificados con
glicerol-3-fosfato para formar los triacilgliceroles almacenados.
Los adipocitos hidrolizan
triacilgliceroles a ácidos grasos y glicerol en respuesta a los niveles de
glucagón, adrenalina e insulina a través de una reacción catalizada por una
lipasa sensible a hormonas. Cuando el glicerol-3-fosfato se encuentra en
abundancia, muchos de los ácidos grasos así formados son esterificados de nuevo
a triacilgliceroles.
Hígado
El hígado es el cetro de
distribución metabólica del organismo. Su función es mantener los niveles
adecuados de nutrientes en la sangre para su uso por el cerebro, músculo y
otros tejidos. El órgano se encuentra excepcionalmente situado para llevar a
cabo esta misión, dado que todos los nutrientes absorbidos por el intestino,
excepto los ácidos grasos, son liberados en la vena porta, que desemboca
directamente en el hígado.
Una de la funciones más importante
del hígado es actuar regulando la concentración de glucosa sanguínea en
márgenes estrechos. Esto lo hace capturando o liberando glucosa en respuesta a
los niveles de glucagón, adrenalina e insulina, así como a la misma
concentración de glucosa. Las células hepáticas, a diferencia e las células del
musculo y del tejido adiposo, son permeables a la glucosa y, así, la insulina
no tiene efecto directo en su captura de glucosa.
Integración de todos los órganos con las principales vías después de una comida, entre comidas y en inanición
A continuación hablaremos en
general de la interrelación
metabólica en el estado pospadrial y en el ayuno.
La complejidad de los mecanismos
que regulan el metabolismo energético en los mamíferos permite al organismo
responder con eficiencia a los cambios en sus demandas energéticas, integrando
el metabolismo especializado de los distintos órganos y tejidos en el conjunto
del organismo.
Como la ingesta en el ser humano
no es continua, la utilización de los nutrientes de la dieta y la movilización
de sus reservas endógenas se desplazan claramente durante las pocas horas entre
comidas cerrando un ciclo que podríamos denominar ciclo alimentación-ayuno
Estado posprandial
La situación postprandial
constituye el estado metabólico habitual en el que se encuentra el ser humano a
lo largo del día, al producirse una superposición de los productos absorbidos
en las distintas comidas diarias.
Los glúcidos, los lípidos y las
proteínas que se ingieren, sufren la digestión a través de hidrólisis
enzimáticas, en el conducto gastrointestinal. En el enterocito, se resintetizan
los triglicéridos que se transportan, incluidos en los quilomicrones, a través
de la vía linfática, a la sangre desde donde se distribuyen a los tejidos
extrahepáticos.
La mayor parte de los azúcares y
los aminoácidos acceden al hígado a través de la vena porta; los hepatocitos
captan estos nutrientes, en mayor o menor cantidad, según factores como el tipo
de dieta e intervalo de tiempo entre cada ingesta. Estas células transforman
dichos nutrientes en los combustibles y precursores biosintéticos necesarios
para otros tejidos, cuyas necesidades varían con la actividad del organismo. En
este sentido, el hígado, tiene gran flexibilidad metabólica para adaptarse a
las distintas circunstancias y mantener la homeostasia de la glucosa.
La glucosa que no es captada por
los hepatocitos, se distribuye a otros tejidos u órganos como el cerebro que
utilizan este azúcar como fuente de energía y al tejido adiposo y al muscular,
donde se almacena en forma de triacilgliceroles y de glucógeno,
respectivamente.
Los tejidos extrahepáticos captan
la mayor parte de los aminoácidos y el excedente se utiliza en el hígado para
la síntesis de proteínas o se degrada en este órgano.
La
elevación de la concentración de glucosa en el plasma y la consiguiente
liberación de insulina por el páncreas motiva, en el hígado, la activación de:
la síntesis de glucógeno, la glucólisis y la transformación del piruvato,
procedente de esta última vía, en acetilCoA. Molécula, esta última, que se
utiliza como sustrato para la síntesis de ácidos grasos, cuyo destino inmediato
es su oxidación mitocondrial y consiguiente generación de energía. Los ácidos
grasos excedentes se esterifican y en forma de triacilgliceroles se incluyen en
las VLDL (lipoproteínas de muy baja densidad) que hacen posible su distribución
desde el hígado a los tejidos extrahepáticos.
En
definitiva, la insulina favorece la captación de la glucosa por las células y
el almacenamiento de su exceso en forma de glucógeno. Así mismo, estimula los
procesos que hacen posible la transformación del azúcar en lípidos de reserva
(triacilgliceroles).
Estado de ayuno
La glucosa es el metabolito
preferido tanto por el cerebro como por el músculo activo. Sin embargo, el
organismo almacena un a provisión de glucosa para menos de un día. Así la baja
concentración de azúcar en sangre que se produce incluso con el ayuno nocturno,
produce, a través de un incremento en la secreción de glucagón y una
disminución en la secreción de insulina, la movilización de ácidos grasos del
tejido adiposo. El reducido nivel de insulina también inhibe la incorporación
de glucosa por el tejido muscular. Los músculos, por tanto, cambian el
metabolismo de la glucosa por el de los ácidos grasos para la producción de
energía. El cerebro, no obstante, todavía permanece fuertemente dependiente de
glucosa.
En los animales, la glucosa no
puede ser sintetizada a partir de ácidos grasos. Esto es debido a que ni el
piruvato ni el oxalacetato, los precursores de glucosa en la gluconeogénesis,
pueden ser sintetizados a partir de acetil-CoA. Durante el ayuno, la glucosa
debe ser sintetizada a partir de glicerol producido por la degradación del
triacilglicerol y de los aminoácidos derivados de la degradación de las
proteínas, cuya principal procedencia es el músculo. Sin embargo, la
degradación continuada del músculo durante un ayuno prolongado provocaría que
este proceso llegase a ser irreversible, ya que una gran masa muscular es
esencial para que un animal pueda desplazarse en busca de comida. De manera que
se deben establecer medidas metabólicas alternativas.
Después de varios días de ayuno,
la gluconeogénesis ha consumido tanto oxalacetato del hígado que la capacidad
de este órgano para metabolizar acetil-CoA mediante el ciclo del ácido cítrico
se encuetra muy disminuida. En su lugar el acetil-CoA es convertido cuerpos cetónicos por el hígado. El cerebro
se adapta gradualmente a la utilización de cuerpos cetónicos como combustible,
mediante la síntesis de los enzimas apropiados.
Se ha visto que los individuos
obesos pueden sobrevivir durante más de un año sin comer.
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